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Los tatuajes y el sol

Los tatuajes han crecido en popularidad en los últimos años. Lo que antes era una práctica exclusiva de determinados grupos sociales, es hoy algo muy común, que se ha convertido en una forma más de expresión personal, como puede ser la forma de vestir o la música que escuchamos.

Un tatuaje es básicamente una herida punzante en la piel que se llena con tinta. Esta herida se realiza en la dermis, la segunda capa más profunda de la piel. Para conseguir que el tatuaje no se deteriore y evitarnos problemas de salud, debemos tomar una serie de precauciones, especialmente en lo que a la radiación solar se refiere.

Si ya de por sí es importante proteger nuestra piel del sol, más aún si tenemos un tatuaje. La explicación es muy sencilla: los colores atrapan la energía del sol, siendo el negro el que más absorbe y el blanco el que menos. Esto lo podemos comprobar fácilmente con la ropa: Si llevamos una prenda negra, notaremos más calor en la piel que si llevamos una más clara.

Este mismo efecto ocurre con los colores de los tatuajes. Aquellos realizados con colores negros u oscuros, serán los que más energía absorban y los que más deberemos proteger del sol, si queremos evitarnos problemas en la piel.

Para hacerlo basta con seguir unas sencillas recomendaciones:
• evitar exponer el tatuaje al sol, hasta que esté completamente curado (nunca antes de un mes tras su realización)
• siempre que nos expongamos al sol, aplicar sobre la superficie del dibujo una buena capa de protector solar de alto factor (mínimo 30)
en lo posible, hacernos el tatuaje en invierno, para favorecer una correcta curación y no exponerlo demasiado al sol

Si seguimos estos consejos, conseguiremos que nuestro tatuaje perdure el mayor tiempo posible sin que sus colores se vean alterados y lo más importante, nos evitaremos problemas en la piel.

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